Columna/ enero 8, 2017/Tiempo de lectura 4 minutos, 9 segundos
¡Oh, Señor, ayúdame!
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publicadohace 8 años
Oh, Señor, ayúdame a encontrarte. Sé que eres el grande, el único, el infinitamente misericordioso, bueno, sabio, fuerte. No tiene medida tu amor y no tienes principio ni fin. Estás en todas partes y superas todo lo que existe, siendo la fuente de la vida y la que la sostiene. Eres el gran misterio de tres personas y un solo Dios y todo lo quieres acoger y envolver en un abrazo eterno. Para eso enviaste a tu Hijo que al encarnarse y hacerse hombre, con su pasión, muerte y resurrección empezó a recapitular, a reunir, a recoger el universo entero con el ser humano a la cabeza y reintegrarlo en el seno misericordioso de tu paternidad. Es que el pecado nos había dividido y separado de ti, de los demás, de la naturaleza y de uno mismo.
Todo había entrado en rebeldía. El pecado había logrado la ruptura de la comunicación y de la comunión. El pecado nos había hecho creer que éramos islas sin más comunicación con los demás que la necesaria para sobrevivir. Pero ahora comprendemos lo que somos: tus hijos y miembros de la gran familia reunida en torno a Cristo y que como Cuerpo suyo vamos hacia el Reino construyendo un mundo de paz y armonía.
Ahora Dios mío quiero orar inspirado en tu naturaleza. Oh Señor cuando contemplo la maravilla de tu creación te pido que sepa pensar como las montañas, que ven venir las borrascas y azotar los vientos, caer la nieve y salir el sol y permanecen serenas porque saben que están sostenidas en su base por sólidas piedras de miles de años y que vencerán cualquier situación.
Que yo sepa Señor que tú eres la roca eterna, la piedra angular y que sostenido en ti podré resistir lo que venga y cómo venga, porque contigo todo es posible y no hay quien pueda.
Oh Señor ayúdame a sentir como el océano, que aunque en la superficie sus olas se mueven con agitación por las tempestades, en el interior y en su base profunda permanece sereno sujetándose a su propio eje, en paz, seguro de sí mismo y dueño de su equilibrio. Eso solo yo lo consigo si creo que la paz que supera todo lo imaginado me la das tú y que en los momentos de prueba, cuando llega la tribulación, sale a relucir con la fuerza del Espíritu la serenidad que ahuyenta toda desesperación.
Oh, Señor ayúdame a danzar como el viento, que se mueve con libertad buscando nuevos horizontes sin atarse a lugares ni dueños y que se goza con vivir sin apegos en contacto con el cielo. Ayúdame Señor a darme como el sol que sale para buenos y malos, que alumbra todo lo que encuentra a su paso sin distinguir clases sociales, culturas o nacionalidades y que deja por donde va iluminado su camino y resplandeciente su sendero.
Oh Señor, ayúdame a jugar como el cachorro que se complace con lo que tiene y ve el lado bueno de las cosas, haciendo en la existencia un espacio para el humor y la fiesta. Que me haga entonces como un niño que confía en tu providencia y puede reír al ver tu corazón de Padre amoroso que se complace en mi vulnerabilidad.
Oh Señor, enséñame a volar como el águila, que abre sus grandes alas y eleva su mirada a la encumbrada sierra y se lanza hacia las alturas con la fuerza y el vigor de su naturaleza. Que así sea yo Señor, que mirando siempre mis metas sea fiel a las mismas, elevándome cada vez más en búsqueda de la sabiduría, el amor, la paz y armonía.
Oh Señor, dame la fuerza para luchar como el león por un mundo nuevo donde haya reconciliación, justicia y respeto por el bien común. Que comprenda mi Dios que estoy en una batalla donde debo con mis hermanos construir la civilización del amor y que los golpes y las heridas son parte de esta guerra entre el bien y el mal. Y Oh Señor, dame de tu propia vida para que aprenda a amar como la gallina a sus pollitos que aunque no es grande ni poderosa, se convierte en tenaz y combativa y se enfrenta a lo que sea para que no le hagan daño a sus criaturas. Que así sea yo con todas las personas que me has encomendado cuidar, servir y orar. Dame pues un corazón nuevo que sepa verte en toda la creación y que luche por defender la vida, la justicia y la paz, sabiendo que contigo y gracias a ti soy invencible, amén.